Desde muy joven, más allá de la dedicación y el esmero por su profesión, la Dra. Silvia Quadrelli dedica parte de su tiempo libre a la acción humanitaria. Como es sabido, se trata de un grupo de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que trabajan sobre distintas áreas (salud, vivienda, educación, alimentación) para mejorar la calidad de vida de seres humanos que se encuentran con mayor vulnerabilidad porque han atravesado una situación de catástrofe, epidemias, conflictos bélicos, etc.
Ha trabajado junto a “Médicos del Mundo” y “Médicos sin Fronteras”. El trabajo fue variando a lo largo de los años. «Cuando uno es joven comienza brindando asistencia médica, proyectado y supervisado por otros. Cuando pasan los años y dentro de la estructura aparecen otras responsabilidades: estudiar el espacio apenas aparece una situación, diseñar el proyecto, presentar y negociar con los financiadores, etc» expresa Silvia.
De los primeros años menciona una epidemia de cólera en África y luego ya en el año 1997 tuvo
la posibilidad de participar en el conflicto bélico del genocidio de Ruanda. A partir de ese momento comenzó a sumar experiencia en más conflictos bélicos. Como cualquier otra actividad, esto hizo que fuera adquiriendo cierta “sub-especialización”, por eso cuando alguna situación de este tipo sucedía se la destinaba para que trabajara en este equipo. Así fue como estuvo presente en Irán, Irak, Jordania, Afganistan, Costa de Marfil, Siria, entre otros.
¿Cómo te animaste a estar ahí? “Nunca me pareció particularmente peligroso, nosotros teníamos un nivel de protección importante, teníamos la posibilidad de desarrollar nuestro trabajo” dice Silvia, pero enseguida aclara: “el tema fue cambiando desde Kosovo, el trabajo humanitario se volvió peligroso sobre todo porque en los últimos años las personas que trabajan en estas zonas realizando todo tipo de oficio: médicos, fotógrafos, periodistas, etc se volvieron un “target”, la violencia se ha transformado en algo irracional en muchos lugares”.
En la actualidad, trabaja en el Comité Internacional para los Refugiados de la ONU y parte de su desafío es generar redes de protección para los trabajadores en áreas de conflicto. Además, también se ocupa de montar y generar proyectos en el terreno donde estas cosas suceden. Reconoce que a lo largo de estos años, con una tarea más de coordinación y proyección, la tecnología representa un papel fundamental.
“Todos los que estudiamos medicina siempre tuvimos la vocación de hacer algo por otra persona y esta era una posibilidad de hacerlo sin intermediarios, ayudando a las personas que estaban en situación de más extrema necesidad. Para mi ha sido muy gratificante. Hay que seguir trabajando y apostando a que las generaciones que vienen lo sigan haciendo y pensar que en algún momento las cosas van a mejorar. Todo lo que puede hacer un ser humano es ayudar a otro ser humano”.
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